La Alianza Maestras y Maestros Gestores de Nuevos Caminos cumple 26 años y al iniciar otro año actualiza su apuesta de proponer rutas para indagar por la educación que tenemos y por la que deseamos. En este largo camino hemos intentado, entre múltiples aspectos, borrar el tablero, descolonizar el currículo, pesquisar las relaciones que entre alteridad y vínculo se promueven o niegan en la escuela, y durante este 2017 queremos examinar si la democracia como concepto y, sobre todo, como práctica tiene un lugar en la escuela.
La democracia, un saber y un hacer por reinventar en la Escuela nos parece un buen motivo de interrogación sobre la formación ética y política en la escuela, una pregunta que nos tenemos que hacer con la fuerza de un país que quiere una paz basada en la movilización de todas las relaciones, las de la vida política y económica pero también las de la vida cotidiana y la democracia del día a día, la democracia como acto permanente de la vida.
Desde esta Alianza interinstitucional hemos reconocido el esfuerzo de maestras y maestros de algunas regiones del país por hacer de la escuela un escenario para el ser, que trasciende los saberes definidos por la normatividad legal y que busca, para quienes la conforman, una constitución de sujetos críticos que asuman una posición personal en interacción con otros y otras. El uso de metodologías interactivas y la definición de contenidos contextualizados son aspectos no secundarios que se conjugan y definen una escuela que cuestiona el modelo hegemónico instaurado.
Le apostamos, entonces, a una escuela con sentido, que controvierta la que el Estado ha instituido cuando pone en primer lugar el logro de resultados en pruebas nacionales e internacionales (indicadores únicos de la llamada calidad educativa), cuando promueve individuos para el trabajo y el éxito, adquiriendo un carácter de empresa prestadora del servicio educativo, que cumple con unas normas jurídicas, administra los programas curriculares y posee unos recursos humanos, tecnológicos, metodológicos, materiales, administrativos y financieros, articulados en procesos y estructuras. En últimas, una escuela que le apuesta a educar para las exigencias de la sociedad de mercado, la adquisición de unas competencias para el desempeño laboral; su papel en la formación individual es el de lograr que el individuo logre competencias sociales para la competitividad y la adaptación.
Es así como el carácter democratizador de la escuela, una escuela portadora de relaciones y saberes que favorecen la formación de sujetos críticos, reflexivos y comprometidos, que encaren la autonomía y la libertad y afronten el reto de construir experiencias colectivas, como lo diría Alain Touraine, es innegablemente despojado. De allí que nos veamos hoy ante la necesaria y urgente tarea de reinventar los sentidos democráticos que transitan por la escuela o, de ser posible, darle sentido a la democracia que en ella se cree haber.